Sobre tecnología y educación

Anteriormente hemos podido observar ya casos en los que confluyen educación y tecnología. Más concretamente, casos en los que se utiliza la tecnología (las TICs en concreto) como herramienta educativa.  Mario Kaplún en su libro «Una pedagogía de la comunicación» asignó un término a esta figura social: educomunicador. El educomunicador es el profesional que acuña la convergencia entre comunicación y educación, sirviéndose, como ya hemos dicho, de las tecnologías como herramienta educativa.  En la última entrada del blog, pudimos conocer el caso de la asociación para jóvenes “TEB” del Raval. La figura del educador en el TEB encarna a la perfección la figura del educomunicador. Pero no es el único: en el campo de la educación social el educomunicador puede desempeñar muchos papeles y funciones: desde un programa de inserción laboral para inmigrantes en el que se enseñes las nociones más básicas de informática e internet hasta , por ejemplo, un taller en un “Punto Òmnia” en el que se enseñen diferentes programas comunicativos (Messenger, Skype…) para poder establecer contacto directo y real con otros países.

Siguiendo  en la tendencia “tecno-educativa” es interesante conocer la teoría general de educación  para los medios que plantea Martínez de Toda. Él se centra en 6 dimensiones prioritarias: que el sujeto esté alfabetizado mediáticamente, que sea consciente, activo, crítico, social y creativo.  Sin embargo, me parece importante subrayar la presencia del sujeto crítico, el sujeto “que se da cuenta de que algunas proposiciones vienen distorsionadas ideológicamente a favor de los poderosos”. Comparto la necesidad de estas dimensiones aunque enfatizaría el hecho de que ciertas dimensiones no son incompatibles con otras, lo cual nos abre un mayor abanico de posibilidades. A un proyecto integral de educación para los medios le añadiría ciertos aspectos: no podemos tratar solamente al sujeto. Para que se de la comunicación hacen falta 3 actores: el receptor (nuestro sujeto), el emisor (los medios) y el mensaje, por lo tanto, no le restaría importancia al estudio de los medios (por qué y cómo lo emiten) y el mensaje (qué emiten). Me parece necesaria esta modificación ya que, en caso contrario,  estos dos aspectos añadidos solo serían contemplados por el sujeto crítico.

Un muy buen ejemplo de la reflexión  sobre la comunicación que recibimos mediante los anuncios publicitarios es el caso de Oscar Brahim. Él personaliza las 6 dimensiones del sujeto planteadas por Martínez de Toda, destacando por encima de las otras la dimensión crítica y activa. Harto de los “bombardeos publicitarios” como lo menciona él, decide pasar a la acción modificando y alterando las vallas publicitarias de su ciudad, Buenos Aires. Lo que empezó como una pequeña acción reivindicativa pasa a ser un movimiento social, convirtiéndose Oscar en una “eminencia” de la contrapublicidad. Sin embargo no es el único ejemplo de intervención directa y pública para ejercer una crítica: ­Banksy, artista urbano, ofrece, a través de su obra una crítica visual a la sociedad de hoy en día y a sus agentes.